Por Marcos Tulio Hostos
Las estrellas. El triángulo formado por las tres luminosas
estrellas azules ya estaba alto sobre el horizonte irregular, formado por
colinas y dunas; la oscuridad avanza ahuyentando a la luz. Parado en la arena observaba
un poco distante, como los hombres murmuraban, gritaban y reían mientras
alzaban las tiendas para armar el campamento. Una a una las diferentes fogatas
comenzaban a iluminar la entrada de las tiendas de los viajeros. Al poco tiempo
el campamento estaba cubierto por un infinito cielo oscuro con miles de
estrellas resplandecientes.
De pronto un fulgor apareció en el medio del campamento,
habían encendido el fuego central para cocinar los alimentos y quizás para
ahuyentar los malos espíritus, o más probablemente a los seres nocturnos que
merodean estos desiertos.
Mi carpa fue armada con cierta rapidez por uno de los soguillas
de la caravana, quien diligentemente me ayudó a encender el fuego. Mientras
cocinaba mis alimentos levanté la mirada hacia el infinito cielo nocturno, lo
que vi me paralizó por unos instantes, era sobrecogedor, sentí la inmensidad e
infinitud de ese cielo que sobre pasaba mi entendimiento, fulgurantes estrellas
de diferentes brillos y colores se agolpaban prendidas de esa tela negra de
fondo.
Después de mi cena frugal
me senté en una pequeña banqueta de viajero a disfrutar un oscuro y
humeante café para tolerar el frío del desierto; hace varios días que me había
unido a esta caravana árabe para viajar por el desierto. Arriba, llegando al
cenit estaban las tres brillantes estrellas azules. Triángulo estelar conocido
desde tiempos remotos como el Triángulo sagrado de Isis, este triángulo sagrado
ha permitido desde tiempos muy remotos el cálculo para la construcción de
edificios, templos y pirámides y su conocimiento fue dado por los seres de las
estrellas a los primeros humanos según cuentan antiguas crónicas cuya veracidad
no he podido confirmar. El triángulo de estrellas azules se podía observar en
casi todos los cielos del planeta, durante todo el año según algunos viajeros
experimentados.
Observando con humildad aquella inmensidad cósmica, mis
pensamientos se fueron profundizando en algo que venía cavilando desde hace
tiempo. El espacio y el tiempo, las incógnitas que representan (aunque no para
muchos de los seres habituales), un gran secreto, ¿efectivamente la realidad es
como la percibimos con nuestra mente? O es una ilusión igual a la que nos
mantuvo durante miles de años, conceptuando que todo giraba a nuestro alrededor
al creer que nuestro planeta estaba inamovible en el espacio ¿Influimos con
nuestra percepción la realidad del Universo? ¿Existe el pasado, presente y
futuro? Es posible que el tiempo esté formado por infinitos mundos en donde
cada evento se produce en forma simultánea para todos pero en tiempos
diferentes.
¿Existe solo un
presente? Un presente para cada uno de los múltiples mundos en donde en forma paralela
puedo estar viviendo mi primer día de clases en el templo, el nacimiento de mi
primer hijo, o estaré saboreando alguno de los ricos pasteles de miel y frutas
que me hacía mi madre Khissa en mi niñez o quizás este ocurriendo la muerte de
mi padre Shakir el constructor o sencillamente el ocaso de mi existencia en
este instante.
Pero cada universo tiene la capacidad de generar realidades
con diferentes matices, cambios sutiles o grandes diferencias en donde en
algunos universos tengo un número menor de hermanos, mis amigos algunos son
diferentes como las personas que conozco durante mi vida y por lo tanto el
desarrollo de mi vida tiene prácticamente infinitos caminos y posibilidades por
recorrer.
Caminos que te pueden llevar a una vida larga y satisfactoria
o por el contrario a una vida amarga, llena de sufrimientos y frustraciones. Es
posible que en algunos de esos universos mi existencia sea breve y pierda la
vida por las diferentes circunstancias o malas decisiones que tome en un
determinado momento.
Pero al mismo tiempo, habrá universos en donde las
condiciones de la vida no lograron
darse, probablemente los mundos necesarios para la formación de la vida no
consiguieron existir, por resultante, estemos frente a un universo
completamente estéril o caótico. Con estos y muchos más pensamientos me acomodé
en mi alfombra y el silencio del campamento conjuró mi sueño.
Una bola incandescente, tibia emergió en el horizonte en orientación este,
borró las estrellas con sus rayos de luz al poner a la vista, las últimas
estrellas titilaron por el oeste y una fría brisa revoloteando agitó la tela de
mi carpa lo que me obligó a envolver mi cuerpo un poco más en mi manta en busca
de calor.
Después de permanecer un tiempo inmóvil en mi lecho, me
levanté y pude observar un cielo de un azul intenso con bajas nubes de tonos
naranja y amarillentos entre el cielo y el horizonte. Horizonte considerable
que se extendía como un mar de arena con sus olas y crestas estáticas fruto del
viento que corría entre las dunas.
Ya los caravaneros comenzaban a agilizar la tarea de
desmantelar el campamento para empezar nuestra jornada en la ruta que nos
llevaría a nuestro destino. Observo que viene en un ligero trote el joven que
me había ayudado con mi campamento y sin siquiera saludar comenzó a sacar mis
cosas para después desmontar la carpa. Ubiqué todos mis pertrechos en mi
camello que se mostró comprensivo conmigo y dócilmente permitió que lo montara.
Esperé montado en mi camello la señal de partida, una bandera
amarilla y verde era agitada para indicar la salida y encabezaba la caravana
durante la travesía. Partimos lentamente y cada una de las bestias comenzó a
alinearse hasta formar una sola fila que serpenteaba sobre las dunas. Algunos
jinetes armados a caballo protegían los flancos de la caravana y recorrían el
perímetro oteando de vez en cuando el horizonte.
El movimiento cadencioso de la bestia, el calor proveniente
del sol que ya había cruzado su punto más alto y la monotonía del paisaje me
llevaron a hacer una retrospectiva de mi existencia. Desde temprana edad mis
padres se sacrificaron para darme una buena educación, ellos eran personas
sencillas que no poseían grandes riquezas pero el trabajo de constructor de mi
padre nos permitía una vida relativamente holgada. Mi madre Khissa me inculcó
la curiosidad por esos puntos luminosos llamados estrellas, gracias a ella,
aprendí el nombre de las estrellas más brillantes e identificar en el cielo
líneas imaginarias entre las estrellas para formar figuras durante las noches
sin luna.
También me enseñó a medir el tiempo por las posiciones de la
Luna y calcular los plenilunios. Mi madre a su vez había aprendido a comprender
el cielo de su abuelo Badru cuyo nombre significa "nacido durante la luna
llena" quien aprendió en tierras lejanas esas artes durante sus viajes.
Por esto fui estudioso desde muy joven del desplazamiento de los astros en la
bóveda celeste, de sus figuras en el cielo y su interpretación e influencia en
el futuro de los seres humanos. Cosa que ponía en duda y realmente no sabía si
los astros influían en las personas o las personas influían en los astros. Aunque
sorpresivamente cuando hacia predicciones del futuro de algunas personas para
ganar mi sustento, logré un alto porcentaje de acertamientos, lo que me provocó
cierta fama como intérprete de las posiciones de los astros.
También durante mis tiempos de estudiante me embargaba serias
dudas sobre la existencia de los dioses en general. Los sacerdotes son los
realmente beneficiados de la existencia de los dioses, los dioses les daban
poder y eso pasa en todas las naciones que he visitado durante mis numerosos
viajes.
Otros eventos celestes
que me atraían era la aparición sin
previo aviso de estrellas con largas cabelleras que alarmaban a muchos, desde
reyes hasta el más humilde de los esclavos. Estos estudios me llevaron a sentir
una sed, una verdadera sed de comprensión de los misterios de los cielos;
mientras más aprendía, o más descubría, más quería beber de la copa del
conocimiento y por lo tanto esa búsqueda me obligaba a hacer largos y penosos
viajes a muchos países exóticos.
Durante mis travesías había conversado con muchas personas en
templos, universidades, tabernas y otros sitios banales como un establo. Algunas
de esas personas eran valiosas por su conocimiento y sabiduría, otras
relativamente dotadas de algunos conceptos encantadores, pero otros unos
verdaderos charlatanes que sólo explotaban la ignorancia de las personas con erudiciones
oscuras basados en supersticiones, escarbando miedos ancestrales en sus frágiles
mentes. Esta divulgación de la ignorancia siempre ha sido utilizada por estas
personas para su propio beneficio.
Las supersticiones e ideas salidas del oscurantismo son
extremadamente peligrosas para las personas de una comunidad, una región o un
país. La ignorancia hace que los pueblos sean temerosos, débiles, fáciles de
manipular, lo que los lleva a ser esclavos de sus gobernantes. Pero esto ha
sido de esa forma desde tiempos remotos.
El conocimiento hace libre a los individuos.
- De pronto mi mente hizo un inciso y recordé la viva emoción que experimenté en un momento de mi juventud, cuando en la Casa de la Vida de Kom Ombo, mi maestro Anhurmose, el sacerdote más longevo del templo, una mañana fresca de verano con solo una vara y una superficie lisa de arena, trazó los círculos por donde se movían los planetas, teniendo al sol como centro. Ese día pude comprender y descubrir un secreto más del universo. Me explicó con palabras sencillas como cada uno de los planetas e incluso las estrellas giraban en plena armonía alrededor de otro centro mayor
Maravillado le tanteé a mi maestro, si nuestro mundo gira
alrededor del sol, no expondríamos eternamente una cara al sol y otra a la
oscuridad ¿cómo se forma el día y la noche? Anhurmose me observó con una mirada
de simpatía y me dijo. De igual forma que giramos alrededor del Sol, también
giramos sobre nosotros mismos, tomó dos esferas y me mostró como nuestro mundo
giraba alrededor del sol y al mismo tiempo sobre si mismo. En el Universo el
movimiento es constante y es una ley que todos los cuerpos están en movimiento—Aseguró el maestro.
Él fue el primero de varios maestros que me enseñaron en la
ciencia de las estrellas, progresivamente fui estudiando y profundizando con
otros maestros a medida que progresaba, pero el maestro Anhurmose realmente
dejó una huella en mi vida por su paciencia y comprensión.
“Deja que la luz de las estrellas te guíen en la oscuridad”
maestro Anhurmose
Un día, mi maestro en vista de mi interés en la astronomía me
mostró unos libros antiguos que estaban en un nicho oculto en la biblioteca del
templo. Y aprendí en ellos a calcular las posiciones de los planetas con
respecto a las constelaciones y logré predecir su primera salida en el
horizonte durante el año. Aprendí a calcular cuando varios planetas se
conjugaban sus posiciones en el cielo. En uno de los libros descubrí conceptos
como el espacio y el tiempo en donde pude comprender que el tiempo no es lo que
percibimos desde que tenemos uso de razón, ni es lo que rige nuestra vida
cotidiana.
Logré entender que el tiempo es algo más abstracto, etéreo y
carente de toda rigidez por el contrario es flexible y forma parte de
diferentes realidades en el universo. Si, el tiempo que para muchos nos ha
arrancado gran parte de nuestra vida, sueños, amores, juventud, amigos, familiares
y sobre todo la esperanza. El tiempo nos muestra una cara de inmutabilidad pero
es una imagen falsa. Según el tiempo implacable e inmutable que rige nuestras
vidas yo he gastado posiblemente la mitad de mi existencia.
En un instante mi mente se enfocó en mi realidad cuando un
jinete rompió la caravana justamente frente a mi camello al pasar velozmente de
un lugar a otro. Observo a mi derecha que varios jinetes cabalgando veloces con
evidente agitación, hablaban y gesticulaban entre ellos con sus largas lanzas
alzadas; lo que me hizo poner en alerta mis sentidos. Me erguí sobre la montura
lo más que pude y observé con detenimiento el desierto a mi derecha pero no vi
nada.
Seguí cabalgando sin romper la formación, delante de mi estaba un camello con una pesada carga y era
guiado a pie por un hombre con una vara, cubierto con un ropaje naranja que le
cubría hasta su cabeza; el hombre
también percibía el ambiente tenso que emanaba del desierto pero mantuvo el
paso. posiblemente por la pesada carga de su camello. Yo mantuve el mismo paso
pero alerta a lo que pudiera ocurrir.
No sé cuánto tiempo transcurrió desde el cruce con el jinete
galopando, yo me mantuve todo el tiempo observando los movimientos de los
jinetes a la distancia. Un grupo de jinetes salió galopando hacia noreste, yo
los seguí con la vista hasta que solo divisaba la nube de polvo formadas por
sus caballos.
Otros jinetes venían cabalgando en un paso ligero desde la
avanzada de la caravana, ellos nos pidieron que aligeráramos el paso para
tratar de llegar al oasis antes del anochecer. El beduino delante de mí incitó a su pesado
camello con gritos, él haciendo sonar su vara consiguió que su bestia apresurara
el paso lo que fue un alivio para mí. Nos informaron que la causa de esta agitación
fue el contacto con algunos hombres de bandas de nómadas con los exploradores
de la caravana. Después de subir y bajar un número indeterminado de dunas pude
ver para mi alegría un punto prominente en el desierto, con palmeras y plantas
de un verdor refrescante a la vista. El oasis.
Me bajé algo adolorido por la travesía y empecé a armar mi
campamento sin armar mi carpa, en caso de huida sería más fácil y ligera la
carrera. Buscando que comer entre mis provisiones pude ver que los últimos
caravaneros escoltados por los lanceros llegaban retrasados, aproximadamente
oscureciendo. Se armó el campamento en forma de defensa, creando un estrecho
círculo protector que facilitara la defensa en caso de un ataque nocturno. El
jefe de la caravana no paró un segundo de dar órdenes a los jinetes y demás
porteadores. Todos obedecían sin objetar. Entre los viajeros el miedo a flor de
piel se propagaba rápidamente en cada uno de nosotros como el fuego en una
pradera seca por el verano.
Se permitió encender pocas fogatas para no dar a conocer la
posición de nuestro campamento y el comentario que era voz pópulos fue que una
numerosa tribu de nómadas saqueadores del desierto; habían sido contactados por
los exploradores de nuestra caravana y por eso habían ordenado apresurar el
paso para llegar al refugio del oasis lo antes posible.
Yo realmente estaba un poco aprensivo sobre nuestra situación
y no lograba imaginar cómo podríamos salir victoriosos de un ataque masivo a nuestro
campamento. Empecé a arrepentirme de haberme incorporado a esta caravana, malos
pensamientos surgían en mi mente mientras deambulaba en forma errática entre
las carpas para luego dirigirme al centro del campamento en donde noté como la
mayoría de los viajeros se congregaban.
Percibí mucha agitación en los gestos y en los comentarios en
diferentes lenguas de los viajeros nativos de diferentes reinos. El jefe de la
caravana un árabe con una expresión severa de nombre Abasi de Mauritania, se
incorporó de su asiento y caminó hacia
el centro del campamento. El jefe Abasi era un hombre de piel oscura, con un
rostro habituado al clima del desierto, era alto y fornido, un turbante oscuro
cubría su cabeza, vestía ropa de los habitantes del desierto. Una cimitarra
completaba su vestuario. El jefe Abasi trataba de calmar a los presentes sobre
sus miedos, no sé si infundados o no pero para mí el miedo era real. Yo me
acerqué a escucharlo y con voz pausada pero fuerte y firme dijo mirando a
varios de los presentes — Tranquilos, estamos seguros en este
oasis. Posiblemente los exploradores de la tribu no lograron advertir nuestra
caravana y seguro esos bandoleros actualmente estén durmiendo muy lejos
de aquí. Abasi agregó— Tenemos una guardia nocturna cuidando
el campamento y estos oasis son patrullados por las tropas del faraón habitualmente.
Duerman y descansen que la jornada es larga y fatigosa.
Lentamente el tiempo pasó, la noche avanzó y las estrellas
recorrieron la bóveda por sus caminos de millones de años. Busqué un lugar
cerca de unas palmeras, amarré mi bestia, extendí mi manta bajo un cielo limpio
y me acosté. Fijé mi vista a la bóveda celeste y miré hacia el este; el rojizo
Marte estaba presente en la constelación de Virgo, cerca de la estrella Kang.
Saturno en la misma región del cielo brillaba entre Libra y Escorpio, cerca de
la estrella Acrab. Cuando contemplaba esta parte del cielo vi una estrella
cayendo velozmente, apareció en la cercanía de la constelación del Cuervo y
desapareció hacia la estrella Spica en Virgo. La estrella caída dejó una larga
estela de un color verde radiante. Ya tarde me dormí pensando en las palabras
del jefe de la caravana que me dieron confianza al creer en sus palabras;
posiblemente yo era el único en el campamento que le creyó.
Llegó una visita. En la madrugada, a la hora más oscura de la
noche me despertó algunas voces. Me
levanté y de inmediato busqué el origen de las voces, algunos hombres corrieron
hacia un lugar de las afueras del campamento, yo comencé a seguirlos con un
paso ligero y vi que de una alta duna bajaban lentamente dos luces
fantasmagóricas, dos antorchas. Eran la
avanzada de una caravana cuyas figuras se desdibujaban en la oscuridad. Varios
viajeros nos unimos a los guardias que alertas esperaban a los visitantes
nocturnos.
Dos porteadores con antorchas entraron al oasis sin decir
palabras, los guardias inconscientemente les abrieron paso al verlos
desarmados, sudorosos y el agotamiento manifestado en sus rostros. A la luz de
las antorchas del campamento pudimos observar no una caravana como tal, solo un
grupo pequeño de viajeros compuesto por tres camellos, unos doce guerreros de
tez oscura que presumí de Nubia con sus lanzas y escudos. De las tres bestias sobresalía uno
por su tamaño, nunca antes había visto un camello blanco tan descomunal, realmente
me sorprendió su tamaño y altura. Pensé— no era una bestia normal.
El camello blanco entró dando unas largas zancadas guiado por
un esclavo. Llevaba una carroza y estaba adornado con telas de diferentes
colores, flecos en su cabeza y cuello, asimismo llevaba sonajas en sus patas que
hacían su ruido característico al caminar el animal. Sin duda alguien
importante ocupaba el interior de la carroza. Sin tomar en cuenta ni dar
explicaciones a ninguno de los presentes entró la pequeña caravana. Al final del grupo un número de esclavos
cargados de algunos bultos cerró la retaguardia de aquél grupo. Todos se dirigieron a un lugar apartado del oasis y
comenzaron a preparar su campamento. Yo quedé intrigado por este grupo de
viajeros, a muy pocas personas se les ocurriría viajar de noche en el desierto
aunque posea una escolta armada. ¿Cuál sería el motivo de hacerlo?
Ya faltaba poco para el amanecer y fui a dormir de nuevo. En
un corto tiempo la algarabía del campamento llegó a mis oídos lentamente,
esperé unos segundos antes de abrir los ojos. El Sol comenzaba a calentar la
arena. Me levanté con pereza por el poco sueño y lo primero que vino a mi mente
fue la misteriosa caravana de esta madrugada. Uno de los porteadores de la
caravana anunció que el jefe Abasi había decidido tomar un día más de descanso
en el oasis para reponer fuerzas para hombres y bestias por igual. Esa decisión
me pareció sensata y la celebré. Los viajes por estos lugares son extremadamente
agotadores.
Tomé mi desayuno a base de dátiles para después estirar mis
piernas recorriendo el campamento; el campamento estaba en un movimiento
constante de personas y animales varios de los viajeros llevaban sus caballos y
camellos a tomar agua al pozo mientras otros hacían diferentes labores para
prepararse para la jornada siguiente en sus respectivos campamentos. Las
fogatas y la mezcla de olores que expedían de la preparación de los diferentes
platos de comida, conversaciones, discusiones en sirio, árabe, arameo u otras
lenguas que no podía identificar proporcionaban un ambiente extraño para mí.
Poco a poco me fui alejando de esa mescolanza de personas,
olores y sonidos y me dirigí a un grupo de altas palmeras que bordeaban el
oasis en busca de tranquilidad, caminaba entre las palmeras, estaba solo,
disfrutando de las sombras como del placer del silencio a plenitud. Solo una
brisa fresca me arropaba. Hasta que sin pretender ni planificar me acerqué al
campamento de los recién llegados viajeros nocturnos. Sin detenerme observé que
varias esclavas hacían diferentes oficios. Me detuve entre unos troncos de
palmera a observar. En un lado de sombra había una carpa grande de una tela de
listones verdes en un fondo ocre. Esa carpa debe ser del viajero del camello
blanco— me dije a mí mismo. Al girar mi cabeza un poco pude observar
en la parte delantera de la carpa una figura femenina sentada en un almohadón
negro bajo la sombra de un toldo.
Era una mujer delgada y a pesar de estar sentada vi que era
una mujer alta, realmente alta. Vestida en telas de seda de colores brillantes;
sus brazos desnudos adornados con dorados brazaletes mostraban una piel
extremadamente blanca, como el marfil, sus manos de dedos largos y finos
mostraban varios anillos con piedras preciosas. Realmente ella tenía una piel
muy bella. Su rostro cubierto con un fino velo que solo permitía sus ojos libres, su cráneo era inusualmente
alto. Ambos estaban ocultos por una seda amarilla como el oro y una cinta
gruesa color esmeralda sujetaba la seda.
Por un tiempo indefinido permanecí de pie contemplando aquel
ser que permanecía impávido, ella sentada en ese sitio, parecía que levitaba en
una nube. Me daba la sensación que la dama estaba enclaustrada en sus pensamientos con su mirada perdida en
el infinito. No sé cuánto tiempo la observé. De pronto ella volteó su rostro
hacia mí y sentí su mirada penetrante en
mis ojos. Su rostro se perfilaba delgado y el color de su cabello era una
incógnita, quedó para mi imaginación. Sus ojos eran grandes y expresivos, hermosos
y vivaces de un negro celestial. Ella mantuvo su mirada hacia mí, altiva sin
pestañear un instante lo que me puso nervioso.
Inesperadamente sentí que me agarraron fuertemente de los
brazos y cuando voltee vi los rostros impávidos de dos guardias nubios que me
sujetaban. Yo traté de oponer algo de resistencia pero comprendí que mi
esfuerzo era inútil ante estos soldados experimentados.
…